¿Cómo funciona la Ciencia?

Hace siglos que reflexionamos sobre cómo conocemos, de qué forma construimos conocimiento cierto. Intuimos, observamos, pensamos, creamos ideas o nos planteamos causas variadas para cada asunto que capta nuestra atención.

Nos hemos planteado numerosas tesis sobre nuestras formas de conocer, acerca de su validez, sobre nuestras diferentes posibilidades de entender el espacio que habitamos o el tiempo, o si restringimos esa capacidad de conocer con nuestros límites biológicos o no. Algunas de estas tesis han resultado complementarias y otras están muy alejadas.

¿Solo podemos conocer lo que vemos, oímos, tocamos, es decir, sentimos? ¿O por el contrario toda esa información que captamos nos engaña y disimula el conocimiento último y verdadero? Para algunos ni siquiera captamos con nuestros sentidos estímulos del mundo, sino que lo creamos. Para otros lo de ser verdadero o dejar de serlo es una cuestión de bastante debate también. Obviamente no es una cuestión simple y nos lleva ocupando siglos de pensamiento.

Hoy en día no somos pocos los que entendemos que la ciencia, entendida como la actividad humana que nos lleva al conocimiento científico en nuestro momento histórico, es nuestra elaboración intelectual de mayor potencial (¡sin por ello quitar valor a otras formas de conocimiento!). Y por tanto una manera brillante para acercarse a muchas de las cuestiones que cada día nos hacen preguntarnos razones diversas y explicaciones concretas.

En el panel “Pensamos sobre el método, la actitud científica” realizado en colaboración con Planeta Explora – Ciencia Divertida Málaga y FECYT, exponemos un recorrido muy breve, y de intención divulgativa hacia un público muy genérico, por diferentes momentos y autores en nuestra historia centrados en cómo funciona la ciencia, en su método o sus métodos y en la revisión que varios grandes pensadores han venido aportando a lo que hoy podemos estudiar.

El panel se inspira en el texto del profesor D. Antonio Diéguez Lucena ¿Existe ‘El Método Científico’? Filosofía y ciencia en el siglo XXI, de junio de 2020 en el Blog de Elconfidencial.com, además de en la lectura de su brillante manual Filosofía de la Ciencia: Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial) y en otras lecturas y reflexiones de varios autores tanto del ámbito de la Ciencia como de la Filosofía.

Oímos mucho aquello de que hacer ciencia es aplicar el método científico, como condición y delimitación entre lo que es y lo que no es ciencia. Pero, como indicamos en el desarrollo expuesto en el panel, parece que en lugar de un método universal definitorio contamos con variedad de ellos y que además cambian con el tiempo y el contexto. En el desarrollo expuesto sobre la existencia de un único método en la ciencia o no, empezamos el paseo por el panel en El Organon de Aristóteles, donde el filósofo nos regala su ideal demostrativo en la época clásica, luego saltamos hasta la ciencia moderna para reflexionar con Bacon, Descartes y Galileo, que no paran de darle vueltas a la misma preocupación del viejo Aristóteles, siendo Bacon el que más innova en la cuestión proponiendo la inducción (establecer una ley general a partir del conocimiento de hechos particulares) como vía para conseguir ese ideal demostrativo.

Continuamos el paseo en el panel haciendo parada en los tiempos de los gigantes Newton y Darwin. La influencia de Bacon es tal que durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX se asimila el método inductivo a lo que se entendía como el método científico. Hasta nuestros admirados gigantes compartían la idea, pero resultó que ni las leyes de movimiento ni la gravedad para Newton o la idea de evolución para Darwin surgen de inferencias inductivas. Sus magnificas aportaciones a nuestra cultura no encajaban en ese ideal demostrativo que desde Aristóteles se venía entendiendo como el método de la ciencia. Parece que aun no podemos establecer un método en concreto como la forma universal de hacer ciencia, de convertir el conocimiento en conocimiento cientifico.

Después, en el siglo XIX, William Whewell y John Stuart Mill nos ayudan e introducen la idea del método hipotético-deductivo. La idea era que la ciencia procede formulando hipótesis para solucionar problemas, contrastando empíricamente esas hipótesis mediante la deducción de predicciones que pueden o no cumplirse en la realidad, y modificando las hipótesis en función del resultado obtenido en ese proceso.

Poco después Charles S. Peirce comenzó a pensar sobre un nuevo tipo de inferencia que se había venido utilizando sin ser determinada: la abducción. Peirce mantuvo que el pensamiento humano tiene tres diferentes modos de razonar: el deductivo, el inductivo y el abductivo. Así que además de deducir o inferir, en el proceso de investigación la abducción plantea nuevas hipótesis. Con él, el conocimiento cierto, la verdad, requiere el consenso de la colectividad de los científicos.

Como nos enseña el Profesor Antonio Diéguez: “No es necesario tener una serie de reglas fijas y universales exclusivas de la ciencia para formar una idea clara de lo que es la ciencia”. “En la actualidad, lo que se asume es que en las ciencias se emplean todas estas formas de inferencia, la deducción, la inducción, las inferencias hipotético-deductivas y la abducción, que son empleadas también fuera de la ciencia. Por tanto, ninguna de ellas por sí sola constituye el Método Científico. Pero eso no significa que no haya separación entre las ciencias y las pseudociencias o las no-ciencias. No es necesario tener una serie de reglas fijas y universales exclusivas de la ciencia para formar una idea clara de lo que es la ciencia.

En efecto, el fracaso de los criterios de demarcación entre ciencia y ciencia propuestos a lo largo del siglo XX no llevó a los filósofos a concluir que no había diferencia alguna entre ambas cosas, sino a comprender que cualquier caracterización de la ciencia tenía que ser plural. Estamos más bien ante una cuestión contextual en la que es imposible trazar una frontera definida, pero en la que pueden determinarse una serie de rasgos o de criterios que, sin ser condiciones imprescindibles, ayudan a cualificar como más o menos científica a una teoría. Entre estos rasgos característicos algunos de los más significativos serían el realizar predicciones arriesgadas, el rigor conceptual, la exactitud, el apoyo en los hechos, la intersubjetividad, la contrastabilidad y revisabilidad, la coherencia con otras teorías científicas aceptadas y la capacidad de progreso.

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